La ciudadanía escocesa, con una mayoría neta, ha decidido no retroceder en la historia y apostar por seguir avanzando hacia el futuro desde la unidad y la cohesión. Siendo como son plenamente escoceses, han decidido seguir siendo también británicos y europeos.

Este es el aspecto que debe destacarse del resultado de la consulta en Escocia: el “no” mayoritario a la secesión, a la ruptura, ha sido un “sí” claro a seguir juntos en el Reino Unido, sin quebrar una convivencia de siglos.  Un “sí” del sentido común frente a la incertidumbre.

Igualmente hay que resaltar que la consulta se ha producido siguiendo los procedimientos acordados entre el Gobierno británico y el de Escocia, con una pregunta clara e inequívoca, con lealtad mutua y tras un debate en el que los partidarios de cada opción han podido presentar en igualdad de condiciones sus argumentos.

Pero, frente a quienes buscan continuamente ejemplos que se acomoden a sus aspiraciones políticas,  queremos recordar que lo que se decidía ayer en Escocia no era algo banal: era la independencia.

El “cómo” se realiza una consulta, es importante, pero el procedimiento no puede tapar su objeto, el “qué” se decide.  Y no parece algo deseable que el futuro de una sociedad deba jugarse a una sola carta y de una sola  vez, como pretenden los nacionalistas.

Para quienes confunden los problemas reales de la ciudanía vasca con sus inclinaciones políticas, la consulta por la independencia celebrada en Escocia puede ser un modelo. Pero el resultado de la misma indica que para la mayoría de la ciudadanía escocesa el ejemplo a seguir es el de Euskadi: el del autogobierno avanzado sin tener que renunciar a seguir viviendo y progresando juntos.